martes, 29 de enero de 2013

Sol@s en casa: Dos son compañía, ¿tres una jauría?


¿Qué hacen tus gatos cuando tú no estás?

Anécdotas, experiencias y consejos que pueden ayudarte a entender mejor a tu gato y ponerte por un instante en su hermosa piel.


¿Amienemigos o amantes convencidos?

No es bueno que el gato esté solo... ¿o sí? Hay gatos que no toleran compartir su territorio con otros individuos y defienden su postura con uñas y dientes (literalmente). Son gatos que no quieren ni pueden convivir con otros felinos, pero sí con personas. 
Este es el caso de Mr. Clooney, un hermoso azul ruso de 6 años, que un día apareció por una de las colonias de DGats peleándose a muerte con cualquier gato que se le cruzara. Intentaron integrarlo en una casa de adopción con otros gatos, pero no funcionó. Tuvieron que confinarlo en una habitación cerrada 24 horas al día. Esta situación se prolongó meses y varios años hasta que Clooney fue adoptado por la familia Balbuena que no tiene ningún gato más que él. Es el rey de la casa, cariñoso con los hijos y padres y todos le adoran. 


Clooney prefiere los ratones a los gatos
El caso de Clooney es bastante extremo, pero lo cierto es que conseguir que dos o tres gatos convivan sin problemas es una tarea delicada que exige paciencia en los primeros compases. Pero si se adoptan las medidas adecuadas, el resultado es una casa con gatitos felices y humanos encantados.

Quiéreme aunque te duela

Cómo elegir un gato nuevo para acompañar al gato que ya tengo no es una ciencia exacta ni mucho menos. En la socialización todo son incógnitas que se despejan sobre la marcha. No se puede saber de antemano cómo congeniarán dos gatos a priori. Normalmente los gat@s castrados son más sociables y suelen convivir mejor con otros gatos, y aunque se piensa que los gatos de diferentes sexos son propensos a acoplarse mejor -pues el macho llevará la voz cantante sí o sí- no tiene por que ser así. 


¿Dónde comen dos comen tres? Nanetto no lo ve claro. Marietto lo deja siempre sin bocado
                         
Ahora bien, hay una par de pautas lógicas a la hora de buscar un compañero de vida para nuestro "felijo único":

- Afinidad de edad: No es aconsejable introducir un cachorrito de meses con un gato adulto o un yayo-gato, porque los niveles de energía, juego y demanda de atención son muy desiguales y nuestro gato mayor ya no está para esos trotes. Lo mejor será buscarle un compi que ronde su edad (par de años arriba o abajo) salvando los saltos generacionales. 

- Afinidad de carácter: Si nuestro felijo es tranquilo, no le busquemos un terremoto para compartir casa. Si es marchoso no le hagamos compartir su vida con un muermo. Si es un tragón no le pongamos un zampabollos al lado o se darán de leches por la comida... En fin, no integremos bajo el mismo techo personalidades opuestas de antemano  pues añadiremos más variables innecesarias a la ecuación. 

Aunque estos consejos parecen de cajón, lo cierto es que en las presentaciones y posterior convivencia los gatos te dan sorpresas, sorpresas te dan los gatos. Finalmente casi todos los mininos acaban firmando pactos de buena convivencia en pro de la armonía doméstica "felino-humana". 

Hola, ¿estás sola? 

Que no se maten entre ellos no significa que se quieran. Mi gata Farruca tenía casi dos añitos y estaba castrada cuando llegó Nano, un tabby dulce y juguetón de dos meses y medio. A priori, pensábamos que el chiquitín despertaría su instinto maternal y ella lo adoptaría con ternura. ¡Para nada! Le bufó, le arañó y no quiso saber nada de él desde el primer momento. Aunque actualmente (diez años después) conviven sin problemas, él la muerde y la chincha frecuentemente y ella se defiende alejándose lo máximo que le permite la casa. Y es que aunque cronológicamente son muy cercanos, de carácter son el día y la noche: Nano es hiperactivo, jugópata, narcisista, pegajoso y humanizado hasta las trancas. Farruca es desconfiada, independiente, seria y muy tranquila. Por tanto, se aceptan pero no se aman. 

Cada uno en su silla y una silla para cada uno

Por eso se recomienda presentar a dos gatos nuevos tomando ciertas precauciones: el nuevo debe permanecer en el transportín un ratillo -diez, quince, veinte minutos...- el tiempo necesario para que el gato veterano lo olfatee, investigue y establezca el primer contacto visual y físico. Es normal que se bufen, se tiren de patas, intenten arañarse y emitan esa especie de maullido infernal que a veces precede al mordisco limpio. 

Esto pasó cuando Nadir, la dulce abisinia, tuvo que aceptar ya no sólo al peludo y blanco Tico, sino a la europea común Nayita en la casa que compartía en soledad con su querido humano. Bufó como una fiera salvaje, arqueó la espalda y puso todo el pelo de punta atrincherada en medio del pasillo declarando la guerra a diestro y siniestro, incluso a su adorado propietario, que nunca la había visto así. Ahora Nadir ha aceptado a Nayita con la que duerme apaciblemente y al sosegado Tico, aunque prefiere mil veces a un humano que a cualquier gato por mono que sea. 

Tico el Blanco, Nayita en medio y Nadir cara al sol.


Como yo sólo he socializado a mis dos peques y no soy experta en este tema, consulté en Internet y en varias páginas te recomiendan hacer un protocolo de aislamiento súperlargo y tedioso tipo cuarentena: instalar al nuevo individuo con su arenero, comida, bebida, camita y juguetes en una habitación cerrada, hacer lo mismo con el gato de la casa, cambiarles de habitación, el arenero y comedero para que vayan oliendo sus mutuas feromonas, después de varias semanas con este tormento dejar las puertas abiertas y si hubiera que separarlos amonestar al atacante con un enérgico ¡NO! y mandarlo a su cuarto castigado (nunca pegues a un gato: no entiende la violencia y recelará de ti o se deprimirá). Es decir, una locura que acabará contigo y con los dos gatos que no entenderán nada de nada. 

Yo hice esto de la separación con Nano sólo la primera noche, pero al día siguiente abrí puertas conmigo de árbitro y simplemente observé cómo el gatito se empezaba a mover libremente por la casa con Farruca pisándole las almohadillas y dándole alguna que otra colleja sin importancia por lo que yo ni intervine ni les regañé. Y ahí se acabó el lío. Besos para todos y ya lo hemos entendido. 

Hace poco asistí a unas charlas sobre este proceso en Don Canino que impartía Jordi, Educador de gatos, y me encantó lo que contaba y la naturalidad con que lo contaba. Él asociaba el éxito de este proceso de presentación y socialización a la distensión de todos los miembros implicados, empezando por el humano. Los gatos son esponjas de energías y detectan todos los picos emocionales: si tú estás ansioso y tenso, los gatos lo multiplican por n volviéndose tarumbas. 
Jordi también comentaba, que el hecho de confinar al gato nuevo en una habitación cerrada lo único que provoca es que el felijo se obsesione por entrar allí donde antes tenía acceso libre y al primer descuido entrará como un psicópata al ataque del pobre recluso forzoso.
En lo que él hacía especial hincapié es en el momento crucial de abrir gatera, pues hay que hacerlo con calma y cuidado para evitar que el felijo se meta dentro con el nuevo fichaje y lo deje hecho unos zorros. Hay que animar al nuevo a salir y hacer ver al veterano que tiene un nuevo colega. Jordi insistió en que los gatos no son propensos a la violencia y si se pelean es más por inseguridad que por agresividad. 

Zeus y Apolo se llevaron de maravilla desde el primer segundo, pero no quisieron tanto a Mixu cuando llegó.

Es importante que compartan comida, arenero, juguetes y mantas desde el principio debe ser lo normal. Yo además recomiendo jugar con ellos al mismo tiempo y hacerles sentir parte del mismo equipo viviendo los colores de la casa. Si se portan bien, reparto caricias y chuches a discreción equitativamente como premio extraordinario y a correr.

Puede que el proceso no sea tan sencillo porque cada gato es un mundo y dos son dos galaxias. Pero si se hace con tacto, observación de señales y buena onda se puede conseguir en unos cuantos días. Tengo clientes que conviven encantados con sus dos, tres, cuatro, cinco gatos... El límite puede estar en diez siempre y cuando estén cuidado, amados y atendidos. En caso contrario, puede ser indicio de un trastorno mental conocido como síndrome de Noé

Así que muy buena suerte, si estás en ello, y  mucha paciencia porque un buen tratado de paz implica ser constante y firme en las negociaciones.  

Somos un quinteto de cola y uñas que nos tocamos con amor y "pizzigato"



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